Pilar Santiago Bilbao era el nombre de soltera de la maestra Pilar Trueta, tomó el apellido de su marido, Rafael Trueta al contraer matrimonio. Nació en Palencia, España en 1914 y murió en Barcelona en 1998.
Cuando era niña la familia se trasladó a Barcelona. Su padre comenzó a dirigir el Ateneo Obrero del barrio. Estos ateneos surgieron en el siglo XIX como un intento de llevar la cultura a los más desfavorecidos. En él se impartían clases de diferentes expresiones artísticas y se alfabetizaba a la población que lo requería. En este Ateneo Pilar cursó la primaria. En él la educación estaba basada en las teorías de La Escuela Moderna, por lo tanto los alumnos, entre otras cosas, eran responsables de un huerto, en el cual se les enseñaba principios de botánica, tenían además una compañía de teatro, hacían deporte y excursiones. En los Ateneos estaba implantada la coeducación de los alumnos y alumnas.
Estudió en la Escuela de Magisterio de Barcelona y a los 18 años comenzó a trabajar en una escuela de Lérida (Cataluña). En esta etapa de su vida combina la docencia con la militancia política uniéndose a la Federación de Trabajadores de la Enseñanza. En 1937, en medio de la guerra civil, es enviada a Lyon, Francia como profesora de un grupo de 60 niños. Este proyecto se llamaba “La Infancia Evacuada” en la cual sacaban a los niños del país para protegerlos de los bombardeos. Después de vivir un tiempo en París, en 1937 se traslada a México con su marido.
A pesar de su formación, el primer trabajo que tuvo en México fue de costurera. Ingresó al Colegio Madrid en 1950 como profesora de Artes Plásticas y de Historia. En sus clases relacionaba la asignatura que impartía con la vida cotidiana, sobre todo con los derechos humanos y la realidad social del país. Echaba mano de todo tipo de recursos didácticos como cuadros sinópticos, esquemas o dibujos. Como era una excelente pintora, dibujaba en cada clase mapas históricos y edificios utilizando sólo gises de colores. Los alumnos debían copiar los mapas y entregárselos, ya que eran calificados. Con estos pequeños trabajos se conseguía lo que Pilar llamaba “puntos económicos”, que servían para subir la calificación. Creía sin duda alguna en la evaluación continua.
Su práctica pedagógica se basaba en todo lo que había aprendido en sus años de juventud, primero como alumna con la Escuela Moderna, y luego como docente, con la Institución Libre de Enseñanza. Estaba convencida de que la educación debía ser laica e integral. Había que formar personas cultas, sensibles a todo tipo de expresiones artísticas, individuos críticos ante una sociedad llena de injusticias y personas que supieran defender sus ideas debatiendo.